lunes, 7 de mayo de 2012

Primer Capitulo Original

Hace cuatro años decidí comenzar una historia gracias a una idea alocada de mi padre (al que estare agradecido toda la vida) las palabras comenzaron a dibujarse aquella tarde de verano. Los personajes cobraron vida, se me presentaron, pidiendome permiso en sumerguirse en mi nueva historia. Hasta convertirse en Aelita y el poder de Toney. Cuatro años despues es una Saga. Con el primer tomo publicada y el segundo a punto de salir. Sin embargo, lo que hoy quiero contar es que cuando comencé el primer libro mi mentalidad, madurez a la hora de escribir era totalmente distinta a la de hoy. La practica hace la perfeccion. Y en el camino de la creacion de las continuaciones de Aelita decidí cambiar el principio del primer libro, quería dar ese toque de madurez que habia notado al comenzar el segundo libro. Me costó mucho desprenderme de él, pues habia dado su nacimiento a Aelita pero comprendí que debia hacerlo por el bien de la historia y ahora me maravilla su comienzo, sobre todo por que le da un pequeño protagonismo al padre de Aelita, Ronald, y eso hace que su perdida sea mucho mas sentida. No me entretengo mas ^^ aqui os dejo ese primer comienzo real. Espero que disfruteís como comencé hace cuatro años esta gran aventura =) con una foto del primer manuscrito ^^


Capitulo Original Aelita y el poder de Toney


La leyenda del abuelo

En aquel pequeño pueblecito llamado Horsland. En las afueras estaba mi casa. Era una casa demasiado normal y a la vez demasiado especial. Pero lo que le hacía especial no era que la casa fuera demasiado grande o demasiado pequeña. La razón que hacia aquella casa tan particularmente normal, que fuera algo único, era el amor de un abuelo por su nieta. El nombre de aquella nieta, el mío, era Aelita. Tenía la cosa más preciada del mundo. Un abuelo que se quedaba todas las noches hasta ver mis preciosos ojos marones cerrarse. Mi piel de tez morena, al contrario que mi madre y mi abuelo, a veces pensaba que era adoptada pues, era la única de tez morena que había en mi familia. Los ojos marrones oscuros, tan oscuros que si no les prestabas atención, parecían negros y con un cabello igual de ondulado que las olas e igual de negro que el mismísimo mar envuelto en el anochecer. Era igual de buena, según decía mi abuelo, que el mismo pan, aunque yo siempre he pensado que exageraba, y con las ganas de vivir de mi abuela, aquella que nunca había conocido. El abuelo me quería mucho y haría cualquier cosa por su nieta, y eso yo lo sabía. El abuelo solía contarme todas y cada una de las noches una Leyenda.Aquí empieza mi historia y todo por una leyenda. Aunque esta vez era diferente, y no por que el viento que llamaba desde fuera era más fuerte de lo normal, ni tampoco porque el frio te congelara hasta los huesos. Esta vez no conseguía dormirme ya que la preocupación por mí padre, que se había marchado a la guerra, inquietaba mis sueños.
– Abuelo ¿papa estará bien?- dije con un matiz de tristeza reflejados en mis ojos marrones y oscuros. Mi abuelo me miró con compasión y me acarició los ondulados mechones de mi cabello.
-¿Sabes cómo podemos animarnos?-dijo mi abuelo con una media sonrisa. Algo que había heredado de él.
-Si- contesté con una sonrisa de picardía.
-Muy bien si lo sabes ¿Por qué no me lo dices?- me preguntó mi abuelo haciéndome cosquillas en la barriga.
-La Leyenda- dije como si hubiera contestado una pregunta y yo fuera la única que sabía la respuesta. Me senté en la cama. Y con una sensación de impaciencia. Como si no hubiera oído nunca la historia. Cuándo la verdad era que la había oído tantas veces como para poder contarla por misma.
-Muy bien pues empecemos, había una vez una hermosa mujer cuyo nombre era Cristal. Era igual de bella que una flor e igual de delicada y tenía la voz igual de dulce que una sirena, esta poseía un colgante en forma de corazón, se decía que quien lo poseyera podría curar a cualquier persona pero solo a una…-
El abuelo siempre que llegaba a esta parte de la historia su voz se quebraba debido a las lágrimas que brotaban de sus ojos.
-Sigamos…si sanara a más de unas persona…-
-Papa creo que es hora de ir a dormir, Aelita está cansada – dijo mi madre. Su nombre era Julia. Tenía el cabello negro y sus ojos eran de un marrón claro. Su tez era blanca, algo totalmente opuesto a mí. Siempre llevaba el pelo recogido. Y olía a Jazmín y Nenúfar. Su fragancia favorita.
-Tienes razón – el abuelo me besó en la frente y luego me arropó con una manta de color rosa y blanca, que tenía desde que nací, y me dio las buenas noches.
Mi abuelo seguía esta rutina, que para él era tan maravillosa. Y yo seguía la rutina de preguntarle, con aquellos ojos preocupantes de una niña de 6 años, por mi padre. Mi abuelo temía el darme falsas esperanzas, pero tampoco quería que su nieta estuviera triste. Así que me contaba la Leyenda en respuesta a mi pregunta. Como cualquier niña de 6 años, fui creciendo y creciendo. Pero la Leyenda de mí abuelo era algo que formaba parte de mi, y que nunca desaparecería por muy mayor que fuera.
n aquel pequeño pueblecito llamado Horsland. En las afueras estaba mi casa. Era una casa demasiado normal y a la vez demasiado especial. Pero lo que le hacía especial no era que la casa fuera demasiado grande o demasiado pequeña. La razón que hacia aquella casa tan particularmente normal, que fuera algo único, era el amor de un abuelo por su nieta. El nombre de aquella nieta, el mío, era Aelita. Tenía la cosa más preciada del mundo. Un abuelo que se quedaba todas las noches hasta ver mis preciosos ojos marones cerrarse. Mi piel de tez morena, al contrario que mi madre y mi abuelo, a veces pensaba que era adoptada pues, era la única de tez morena que había en mi familia. Los ojos marrones oscuros, tan oscuros que si no les prestabas atención, parecían negros y con un cabello igual de ondulado que las olas e igual de negro que el mismísimo mar envuelto en el anochecer. Era igual de buena, según decía mi abuelo, que el mismo pan, aunque yo siempre he pensado que exageraba, y con las ganas de vivir de mi abuela, aquella que nunca había conocido. El abuelo me quería mucho y haría cualquier cosa por su nieta, y eso yo lo sabía. El abuelo solía contarme todas y cada una de las noches una Leyenda.






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